miércoles, 27 de mayo de 2009

TEMA 6

Resumen artículo: La figura del formador
En este documento se realiza una aproximación de lo que es la figura del formador de las personas adultas. Éste debe estar preparado para todos aquellos cambios que se nos presentan en nuestra sociedad actual. Por ello, debemos tener en cuenta el marco general de su formación desde los diferentes puntos de vista o enfoques.

El formador es entendido como elemento indispensable en el proceso de cambio y transformación, necesario en el campo de la adquisición y adaptación de los conocimientos que nos exige a todos los niveles la sociedad actual. Por ello, el formador debe conocer con claridad la dirección y la finalidad del cambio, entendiendo este como mejora; así que éste debe ser innovador, estando continuamente formándose, abierto al constante cambio.

Expone que debido a que estamos en una sociedad dinámica caracterizada por constantes cambios; la educación y la formación deben estar al servicio de los individuos y posibilitarnos la adaptación a estos cambios. La educación no debe estar sólo centrada en los contenidos, debe tener en cuenta fundamentalmente los procesos de aprendizaje y contextos en los que estos se desenvuelven. Por lo que el profesor se convierte más bien en un orientador, mediador facilitador de los procesos de enseñanza.

Como hemos dicho anteriormente, el formador es una persona imprescindible en la necesaria permanente formación de los adultos en el ámbito de la formación laboral. Para ello, debe tener conocimientos pedagógicos, didácticos, culturales y profesionales que le permitan hacer frente a las responsabilidades que se le solicitan en el mundo de los adultos, por ello también es necesaria la continua formación de éstos, como de los centros y de la propia administración, tal y como se reconoce en la LOGSE.

1. EL FORMADOR EN EL MUNDO LABORAL

A continuación, siguiendo las aportaciones de autores como González y Escudero (1987), Carr y Kemmis (1988), Jiménez (1990), vamos a centrarnos en varios enfoques a partir de los que puede ser observada la figura del formador:

· Enfoque técnico: En este criterio la educación y la formación son entendidas como igualdad de oportunidades, siendo obligatoria y gratuita y responsabilidad de las instituciones. La formación debe centrarse en la transmisión de conocimientos que tiene el profesor y no el alumno. Se puede decir que el papel del formador se basaría en: Formar parte de una estructura de influencias externas; su responsabilidad es reproducir las actividades y planificaciones ya diseñadas y es el transmisor de las normas y directrices a otros profesionales.

· Enfoque de la solución de problemas: En este caso, se concibe el proceso educativo y la formación como acciones que necesitan de análisis y reflexiones sobre la práctica concreta de cada uno. Por lo que el formador debe tener un buen conocimiento de las relaciones para poder actuar adecuadamente; debe incidir en las situaciones de aprendizaje a fin de tomar decisiones que conduzcan a cambios positivos; así como diagnosticar las necesidades, delimitando los problemas; generando alternativas de acuerdo con los objetivos a lograr; además de facilitar la toma de decisiones; realizando los diseños que permitan lograr las decisiones adoptadas y su aplicación y Evaluando las estrategias y puesta en práctica, así como los resultados y la satisfacción alcanzada.

· Enfoque cultural: Este enfoque se caracteriza por considerar que las personas están determinadas por sus valores y creencias, que éstas son diferentes respecto a los fenómenos educativos. Por ello, cada profesor va a interpretar de una manera u otra de acuerdo a su propio sistema de creencias. En este sentido, el formador debe ajustar las actuaciones docentes a las líneas de acción previstas; además de adaptar los métodos, medios y materiales a la cultura del aula y del grupo.

· Enfoque socio-crítico: En este enfoque todo fenómeno educativo es analizado desde el punto de vista social, por ello es fundamental la participación social para que el proceso de enseñanza aprendizaje sea fructífero ya que éste es entendido dentro de un contexto socio-histórico. El formador debe interpretar y hacer ver el cambio como un proceso de negociación y consenso. Este consenso debe abarcar a todos los miembros que participan en el proceso de formación, con el fin de superar los conflictos internos producto de los cambios.

En este sentido, se hace imprescindible tanto la formación inicial como la formación continua. Éste debe promover la formación pluri y multivalente que permita múltiples posibilidades profesionales, así como la facilidad de cambio laboral en campos similares.
En primer lugar, centrándonos en la clasificación de Ferrández (1989) destacamos los siguientes enfoques que permiten hacer frente a la formación de los formadores: Éste expone, la tradicional, en los que los formadores son meros transmisores de sus conocimientos y habilidades; la tecnológica, en la que el formador es experto en cuestiones didácticas facilitando el proceso de aprendizaje motivando, provocando el diálogo, manejando diversos medios y recursos… y la contextual, en la que se describe detalladamente los procesos que se llevan a cabo, considerando la formación como un espacio social de comunicación de carácter multidimensional, simultáneo e inmediato.

Se puede decir que la formación del formador es compleja, encontrándonos con dos grandes campos: el científico tecnológico que abarcaría conocimiento de la materia, saber secuenciar el programa y seleccionar los contenidos debiendo adecuar éstos a las exigencias sociolaborales; por otro lado en el campo propiamente profesional, debe tener conocimientos en el campo didáctico y pedagógico.

Posteriormente, siguiendo a Gairín (1998) y Zabalza (1998), exponen cuatro grandes bloques de formación en los que los formadores deben desarrollar sus capacidades:

· Contenidos culturales-generales: Conocimientos culturales básicos. Lengua, sociología, medios de comunicación…
· Contenidos pedagógicos: Abarca los conocimientos y destrezas no sólo en el ámbito pedagógico, sino también el psicológico, didáctico, organizativo. Psicología del aprendizaje, planificación y evaluación de programas, metodología, necesidades de formación…
· Contenidos profesionales generales: Propios de la cultura profesional, conocimientos generales sobre temas que favorecen el nivel cultural. Sociología laboral, psicología del trabajo, orientación profesional…
· Contenidos técnicos profesionales específicos: Conocimientos relacionados con el ámbito profesional específico del formador, contenidos referidos al trabajo y a los conocimientos necesarios para su desarrollo, además de contenidos didácticos para la correcta transmisión de conocimientos.

Seguidamente, se centra en las dificultades que se puede encontrar el formador para formarse, destacando:

· Falta de tiempo: Afecta tanto al formador como los formadores. Los primeros porque puedan ser requeridos en diferentes sitios y los segundos porque tuvieran dificultades horarias por su trabajo, obligaciones…
· Compromiso: Influye tanto a las personas como a las instituciones. Es importante determinar el compromiso por ambas partes.
· Incentivos: La ausencia de los incentivos conlleva un fuerte obstáculo para la correcta y necesaria formación.
· Aislamiento: La falta de intercambio de formación entre los responsables de ello es todavía un hecho. Es necesario que los formadores interactúen sobre sus formas de enseñanza: confrontando, discutiendo y evaluando sus experiencias.

En este sentido, añadir que el formador debe convertirse en un animador que potencie la comunicación y estructure la vida en el aula ya que, de ello, repercutirá en el aprendizaje de los alumnos.
Por lo tanto, el formador debe guiar y orientar el trabajo, así como potenciar trabajos en grupo que faciliten la coherencia y la solidaridad interna; promoviendo un clima abierto de comunicación que facilite la participación y el trabajo en equipo de sus alumnos; además de organizar, planificar y dirigir planes de trabajo flexibles teniendo en cuenta las necesidades y dificultades; ayuda y guía a establecer relación entre los objetivos y los contenidos para conseguirlos; debe impulsar y organizar las iniciativas personales y el clima de trabajo, permitiendo el desarrollo de la autonomía personal…

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